Ante las desgracias, la injusticia y el caos de este mundo, nos sentimos impotentes y nos hacemos preguntas existenciales:
¿De quién huyo? ¿Dónde voy? ¿Para qué sirvo? Al no encontrar el sentido de la vida en nuestro fuero interno, hemos creado una sociedad en la que todo el mundo corre de un lado a otro, fuera de sí. Esta carrera nos agota y agota el planeta. Nuestro malestar individual genera tensiones que ni la actividad ni el consumo frenético pueden calmar. Así se crea un bucle interminable entre tensiones personales y tensiones sociales. La solución, según Thomas de Ansembourg, está en la «interioridad ciudadana», un trabajo personal íntimamente vinculado al colectivo que, además de ayudarnos a reconectar con nosotros mismos, nos permite poner lo mejor del yo al servicio de nosotros. Apoyándose en numerosas experiencias reales,
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